martes, 27 de septiembre de 2011

Las uñas de mis pies

 Os voy a contar una anécdota que ocurrió la primavera pasada en mi consulta. En uno de los cursos que suelo realizar para papás y mamás sobre desarrollo infantil siendo fiel a la Teoría de los Niveles Armónicos de Desarrollo, ocurrió lo siguiente con una pequeña participante. A estos cursos acuden tres niñ@s de la misma etapa evolutiva con sus papás o mamás. Mientras yo interactúo con los pequeños participantes los padres observan, aprenden, preguntan y, en muchos casos, descubren a sus hijos.
Esta niña, que vamos a llamar Lucía para salvaguardar su intimidad, acudió a la sesión calzando unos preciosos zapatos rosas en los que aparecían pegadas unas uñitas postizas de color rojo.


Siguiendo la rutina de otras sesiones, las tres niñas participantes de la sesión, bajo la expectante mirada de sus padres/madres, se despojaron de los zapatos, chaquetas, jerseys y todas aquellas prendas que cada una de ellas consideraba que le sobraba (siempre doy libertad para que cada uno se ponga cómodo de la mejor manera que considere). 
La cuestión es que, habiéndome quedado prendada de los zapatos de Lucía, se me ocurrió realizar un experimento. Nos pusimos las cuatro mujercitas frente al espejo y con canciones íbamos nombrando diferentes partes del cuerpo. Hasta aquí todo normal. Pero cuando en la canción introduje “¿dónde están las uñas de mis pies?” ocurrió lo siguiente. Una de las participantes que se había quedado descalza desde el comienzo de la sesión se señaló las uñitas de los pies ( que tenía, oh! casualidad ¿o no? pintaditas de rosa), otra participante, menos atrevida que la anterior, se señaló los calcetines en la parte donde correspondía a sus uñitas, y Lucía, preciosísima, me miró, buscó sus zapatos y dijo señalándolos “¡aquí están las uñas de los pies!” a lo que yo le respondí “ahí están las uñas que han puesto en tus zapatos pero ¿y las uñas de tus pies?” y después de mirarse los calcetines que llevaba puestos me miró y respondió muy resuelta  “me las he dejado en casa “.

Con esta anécdota, además de pasar un ratito encantador con papás y mamás que se reían abiertamente, podemos aprender que para que un niño o una niña aprenda las distintas partes de su cuerpo tiene que VIVIRLAS. Lucía había vivido las uñas de sus zapatos, pero no las uñas de sus pies. He de decir que su mamá, presente y atenta en todo momento, es una mujer muy inteligente que esa misma tarde pintó las uñas a su niña y le puso sandalias sin calcetines para que pudiera vérselas bien.

Patricia Valle. Pedagoga